Se tiene prejuicio a las
personas; más específicamente se trata de lo que pensamos y sentimos acerca de
ellas, y a veces, de lo que estamos dispuestos a hacer en contra de ellas.
El
término perjuicio nos permite expresar un daño que hayamos
padecido en alguna situación o contexto. Cabe destacarse que éste puede haber
afectado nuestro físico, nuestros bienes, o en su defecto nuestra moralidad y
haber sido desencadenado por la naturaleza, es decir, tiene su origen en algo
natural, o perpetrado intencionalmente, por ejemplo, por un individuo que lo
provoco con la clara misión de perjudicar.
Durante algún tiempo la Psicología consideró los
prejuicios como propios de personas con trastornos mentales, hoy por hoy se
considera que son algo propio de prácticamente todos los seres humanos. Y, al
igual que los estereotipos los prejuicios cumplen una serie de funciones tanto
para las personas como para las sociedades. Para una persona los prejuicios
pueden esconder sentimientos de duda y miedo, o bien aumentar su autoestima a
costa de considerar inferiores a los grupos a los que se desprecia.
Socialmente
los prejuicios pueden utilizarse para aumentar la cohesión grupal, convirtiendo
a ‘otros’ en el enemigo común que nos une. También pueden servir de base para
utilizar a algún grupo como ‘chivo expiatorio’ al que culpabilizar de los
problemas existentes. Incluso se utilizan como argumentos para justificar la
dominación, el estatus y el bienestar de algunas personas sobre otras
supuestamente inferiores. Pero la más grave dificultad que presentan los
prejuicios es que, como creencias que son, tienen un fuerte componente
emocional que les hace extraordinariamente resistentes al razonamiento. En
palabras de Merton: “Cuando divergen creencias —definiciones colectivas de la
situación— y hechos, e, incluso, verdades científicas, siempre o casi siempre ganan
las creencias”.
¿Se puede hacer algo para reducir los prejuicios de
un grupo humano hacia otro? Cuatro son las recomendaciones que suelen
plantearse, aunque de ellas la que más efectiva ha demostrado ser es, sin duda,
la última de las que se enumeran:
1.Ambas partes han de tener el mismo reconocimiento legal, las mismas oportunidades económicas y el mismo poder.
2. Las autoridades y las instituciones han de acatar las normas igualitarias y
por lo tanto prestar apoyo moral y legitimidad a ambas partes.
3. Ambas partes han de tener la oportunidad de trabajar y hacer vida
social conjunta, tanto de manera formal como informal.
4. Ambas partes tienen que cooperar y trabajar juntas hacia un objetivo
común.
Maryari Peraza C.I.
16.419.847
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